Por composición se han originado muchas formas compuestas, ya con dos
sustantivos como ancarrana, colipavo, chichinabo, chichipán,
chichirimoche, gachasmigas, lechanís, etc.; ya entre sustantivo y
adjetivo, como casasola, coliblanco, cucafera, raspiblanco, etc.; ya
con verbo y sustantivo, como apagacandil, cercapozos, cubretapador,
cuentadedos, chupacharcos, desculaportales, lameculos, pelacañas, raspaire,
tapasol, tirachinas, etc.; o bien, finalmente, con partes variables e
invariables, como tanimientras, contraparada, sobreacequiero, etc.
Las formas derivativas se producen ampliando con prefijos y
sufijos los vocablos primitivos; y según éstos sean nombres o verbos, la
derivación se llama nominal o verbal. Ya que este procedimiento
morfológico ofrece en el murciano muchos interesantes ejemplos, los examinaremos
detenidamente en párrafo aparte.
- Derivación por prefijos:
• a- Forma casi siempre verbos derivados de nombres, como a-llocarse,
a-mantar, a-piejarse, a-tandador, etc.
• des- y es- Originan casi siempre verbos derivativos,
implicando la idea de separación o aumento, como des-ajenar, des-anchar, des-borronar,
des-apartar, des-inquieto; es-collar, es-nuclar, es-cojular, es-picazar,
etc.
• em- y en- Forman verbos derivados con la idea de acción,
imposición o introducción: em-borregarse, em-palustrar, en-capuruchar, en-cofinar,
en-corvillar, en-garigolar, en-garronar, en-lejar, en-verdinar, etc.
• re- Tienen la significación de aumento, convirtiéndose en
verdaderos aumentativos y superlativos: re-cantonearse, re-cobollo,
re-comerse, re-jullir, re-juntar, re-pretar, re-bonico, re-güeno,
re-que-te-bien, etc.
• com-, con-, contra-, tras- Originan derivados nominales y
verbales, como com-pudrir, contra-ceña, contra-limón, contra-parada,
contra-pared, tras-polear, tras-punchar, etc.
- Derivación por sufijos:
Es el procedimiento más esencial de las lenguas de flexión, y el que ha
producido más riqueza y variedad de formas.
• Sufijos de significación despectiva: Son los más abundantes y se
aplican a los adjetivos generalmente; pero también entran en la derivación de
nombres y verbos. Los principales son: -aco, -aca; -arr-aco, -arr-aca; -arro,
-arra; -arrio, -arria; -orro, -orra; -orrio, -orria; -urro, -urra; -ajo, -aja; -ango,
-anga; -ijo, -ija; -oco, -oca; -ucio, -ucia; -ucho, -uche, -ucha; -usco, -usca;
-ujo, -uja; -uso, -usa; -uzo, -uza; -on, -ona; -ote, -ota. Algunos ejemplos:
mañ-aco, cag-arr-ucia, cap-arra, ching-arra, fosc-arr-al, moc-arra, punt-arr-ón,
triga-arr-al, ventarr-ea, tont-arria, manch-urr-ón, meng-ajo, mubl-ajo, peng-aja,
mind-ango, cochind-anga, apañ-ijo, pest-ucia, abil-ucho, capur-ucho, pel-uch-ón,
cascar-uja, mat-uja, gran-uja, esfil-us-ar, borrach-uzo, jal-uza, mang-uz-ada,
etc.
• De significación peyorativa o de pequeñez: -asco, -asca; -esco, -esca;
-isco, -isca; -ato, -ata, como nubl-asc-ar, galop-esca, jugu-esca, rab-isco,
ensoñ-at-arse, pin-ato, etc.
• Denotan materia o forman gentilicios: los sufijos -eño, -eña,
como cal-eña, espart-eña, manch-eño; y oficio, condición o estado
-ero, -era, -izo, -iza, como aguilandero, aniaguero, charamitero,
datilero; hartizo, pasmadizo, esparizar, espavorizar, repapizarse, etc.
• Forman nombres colectivos o expresan el lugar en que abunda alguna cosa:
los sufijos -ada, -al, -ar, -ario, -aza, -erío, -ería, -ero, como
arquillada, parvada, pinada, senada, ranal, corrental, almendreral, paleral,
tapenal, bolagar, cerrillar, pimentonar, artimonario, fregaza, reguerío, averío,
brocería, charquero, sirrero, etc.
• Indican lugar, y particularmente, el sitio donde algo se coloca,
ejecuta o vende, los sufijos -dor, -dero, -era, -ería, como
aguardador, amasador, atandador, cebador, escorredor, esfaraor, fregador,
sumidor, llenador, saltador; esquiladero, candilero, jarrero, jaulero,
ladrillera, platera, retalería, etc.
• Denotan la acción o su efecto: los sufijos -ada, -era, -ura,
como bambolada, barbechada, reglada, cacera, cansera, carruchera,
escandalera, llantera, picacera, risera, solanera, tosera, tronadera, borradura,
cobaúra, etc.
• Expresan el golpe y su efecto: los sufijos -ada, -azo y -ón,
como gañafada, pisotada, cornazo, punchazo, abruzón, empentón, etc.
• Indican instrumentos: los sufijos -aza y -era, como
picaza, brevera, cernera, rasera, etc.
• Muchos nombres de árboles y plantas: los sufijos -ero y -era,
como alcacilera, almendrero, cerecero, ciruelero, lironero, madroñero,
palera, palmitera, peretero, poncilero, etc.
• Cualidad genérica o la idea abstracta: los sufijos -ancia, -encia
y -ura, como alabancia, magancia, conocencia; y el sufijo -aria
(o -arie), de influencia catalana o aragonesa, denota magnitud o
dimensión, como alzaria, ancharia, gordaria, grandaria o grandarie,
etc.
• Verbos frecuentativos: el sufijo -ear, como alambrear,
albolear, amargosear, asnear, bolear, calduchear, cañamonear, capacear,
escandalear, esflorear, estrocear, festear, machear, porracear, raspear,
tempranear, etc.
• Los sufijos -eo, -o, -e y -or, expresan la acción del verbo
y con ellos se forman los nombres verbales: calducheo, caneo, salseo,
tracaleo, amuelo, desocupo, desperfollo, embolico, navego, entande, efarate,
olisque, apestor, calentor, helor, etc. Se forman también nombres de
acción con el sufijo -on, que tienen sentido aumentativo, como
borrón, efarón, rasquijón, repretón, rescullón, etc.
- Sufijos aumentativos y diminutivos:
Los sufijos aumentativos son los usuales del castellano, pero han
originado un sin fin de derivados murcianos:
• -on, -ona. Por lo general se aplican a sustantivos, como
cabecerón, calabazona, capazón, cequión, cerrajón, collejón, corvillón, costón,
grillón, hormigón, raigón, reguerón, revoltón, sogón, tabicón, etc.; pero
muchas veces también a los adjetivos, como camandulón, fijón, murmurón,
pingón, piulón, quejón, etc.
• -arro, -erro, -orrio, -urro. Los enumeramos antes entre los
despectivos, y suelen ir acompañados de otros sufijos, como chicarrote,
escagarrarse, cagarrada, guajerro, manchurrón, pichorrio, panchurrí, puntarrón,
Juaniorro, Pacorro, Peporro, etc.
• -ote, -ota. Se aplican a nombres, a verbos y a adverbios:
arribota, camota, gavinote, lenjotes, mangote (hacer), melote,
pigota, rabote, zanganotear, etc.
En murciano hay una gran variedad de sufijos diminutivos, pues se suele
abusar de las voces diminutivas y hasta de los diminutivos de diminutivos. No
denotan generalmente la idea de pequeñez, sino la de cariño, como la
ingénita y franciscana propensión de los murcianos a hallar amables hasta las
cosas inanimadas. El más frecuente y típico de todos es el formado con el sufijo
-ico, -ica (empleado por todas las clases sociales con gran
preferencia), que en el lenguaje rústico se convierte en -iquio, -iquia.
Los demás sufijos diminutivos son:
• -ete, eta. Estos sufijos son generalmente de origen catalán y
valenciano, hallándose en voces de aquella procedencia, como barrilete,
bracillete (de), cantalete, gallete (a), hocete, llanquete, rampete, roete,
calceta, cequeta, coscaletas, planeta (almendra), etc.
• -iche, -il, -ijo, -ija, -illo, -illa, -ín, -ina. Sufijos en
típicas voces murcianas, como caliche, trompiche, tambaliche, hogaril,
cebadil, apañijo, raíjo, rasquija, reconquija, cuquillo, currillo, correntilla,
fresquilla, hormiguilla, higuín, perfollín, calorina, temblorina, etc.
• -arón, -erón, -oco, -oca, -olo, -ola. Como puntarón, alterón,
cuarterón, bayoco, mochoco, macoca, cabolo, mindolo, farandola, merendola,
picola, etc.
Con la yuxtaposición alterna de unos y otros sufijos, se han formado también
curiosos cruces de aumentativos de diminutivos y de diminutivos de diminutivos
en palabras tales como paretón, rasquijón, botijón, boquillón, corvillón;
chiquirritico, mocetico, cerquetica, bracillete, mizquitica, etc.
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